Julián, atormentado por la muerte de Ángela, la recuerda desde la ventana de su casa. En un estado de ensueño, se transporta al río, donde su presencia parece vincularse con la fatalidad de su partida. A medida que los recuerdos se mezclan con la realidad, Julián siente la cercanía de su espíritu hasta finalmente sumergirse en el río, rendido por la pena.